IN HOC SIGNO VINCES. La Invención de la Santa Cruz en La Orotava.
- La Pasión Villera
- 3 may 2020
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Cada tres de mayo, nuestro país vive de manera singular la antigua fiesta de la Invención de la Santa Cruz. En Canarias merece especial mención las celebraciones de las islas de Tenerife y La Palma donde en diversas poblaciones constituyen un reducto vivo de la Historia más intrínseca de nuestra cultura cristiana.
Para la comprensión de esta fiesta debemos remontarnos al hallazgo de la Santa Vera Cruz por parte de Santa Elena, madre del emperador Constantino, acontecido en Jerusalén en el año 326. Su denominación como fiesta de la “invención” debe interpretarse desde la semántica latina originaria “invenio” que significa hallazgo o descubrimiento, y las primeras noticias sobre su celebración se remontan a los años posteriores a este hecho en Roma, tras el traslado hasta la referida ciudad de amplias reliquias del Madero Santo junto al Titulus y los clavos.

La extensión de las reliquias del Santo Lignum Crucis por la geografía cristiana impulsaron aún más la relevancia de esta memoria a lo largo de los siglos, teniendo especial arraigo en España e Hispanoamérica.

Con la conquista castellana de las Islas Canarias el signo de la Cruz de Cristo marcó esta tierra por doquier. Los ejércitos españoles siempre invocaron la intercesión y protección divina y sus campañas se vieron siempre presididas por la Santa Cruz, como ocurriera en el sueño del emperador Constantino, cuando vislumbraba la cruz en medio de la batalla mientras escuchaba aquella trascendental voz que le afirmaba “In hoc signo vinces” (con este signo vencerás). Desde poblaciones que la tuvieron como nombre propio, hasta aquellas que han contado con la cruz como patrona, o principal devoción del lugar, podríamos recorrer la geografía canaria para ahondar en la esencia de nuestra sociedad.

Pero sin duda alguna, existió siempre una comarca tinerfeña donde la devoción al Santo Madero se cubrió de esplendor y creatividad de generación en generación: el Valle de La Orotava. Esta situación no es extraña, si se analizan pormenorizadamente sus factores, y comportó la repetición de cánones similares entre los cuatro lugares principales del valle: La Orotava, su puerto, el Realejo de Arriba y el Realejo Bajo. Todas estas fiestas, se vieron promovidas en origen o en su desarrollo gracias a los auspicios de Hermandades y cofradías de Misericordia dedicadas a la Santa Vera Cruz.

En el caso de La Orotava, la documentación nos remonta a la segunda mitad del siglo XVI donde la Cofradía de la Santa Vera Cruz y Misericordia organizaba ya cultos de especial relevancia para la población en el mes de mayo. A finales de la misma centuria se celebraban grandes hogueras en la víspera del tres de mayo cuya magnitud queda referida en las numerosas descargas registradas en las cuentas de la cofradía. Con el paso de los años, ya en el siglo XVII a las hogueras se habían sumado otras suntuosas y jubilosas expresiones como danzas y fuegos de artificio, configurándose esta fiesta como una de las más importantes de la Villa. La Cruz gloriosa de Mayo constituía para La Orotava su festejo principal hasta entrado el siglo XVIII, fiel muestra de este auge resulta la interesantísima Cruz de Plata encargada por el II Marqués de Celada, Diego Benítez de Lugo Xuárez Gallinato y Vergara, en 1708. Los descargos en cera, en elementos ornamentales y en música continúan hablando de la solemnidad de estas celebraciones festivas de mayo, que contaban con concurridas procesiones tanto en la víspera como en la jornada del tres de mayo.

En las últimas décadas del siglo XVIII comienza la decadencia de estos exuberantes cultos al Santo Madero en la matriz villera. En 1762 ya existe registro de la disminución del gasto y cantidad de barriles de material combustible para las tradicionales hogueras tal y como refiere el historiador Manuel Rodríguez Mesa. Con la llegada del Obispo Tavira y Almazán a la Diócesis de Canarias, en 1791, esta fiesta conocerá su definitiva decadencia, motivada en gran medida por las duras restricciones que impone el prelado a prácticamente la totalidad de sus cultos, alegando diversos motivos en sendas exhortaciones enviadas describiendo, en rasgos generales, el distanciamiento de las suntuosas y anquilosadas prácticas de la cofradía con la sociedad del momento. El esfuerzo reformista de Tavira fue especialmente intenso con la Villa y la referida cofradía.

Los cultos de mayo se mantuvieron de manera más sencilla, mientras en otros lugares continuaron sumando diversos elementos durante los siglos XIX y XX que hoy resultan señas de identidad propias, y la celebración actual del tres de mayo es reducto de la grandeza con la que contó esta fiesta y signo de la pervivencia de la devoción a la Santa Vera Cruz en La Orotava, donde cada tres de mayo los villeros elevan la mirada al Madero Santo para honrarlo con los colores de la floresta primaveral y el cariño de la piedad más popular.

Hoy por hoy, la Venerable Cofradía de la Santa Vera Cruz y Misericordia de La Orotava ha vuelto a dar prestancia a la fiesta del tres de mayo con la veneración

de la Cruz gloriosa de Mayo (1708) y de la reliquia del Santo Lignum Crucis, creando altares con claras reminiscencias dieciochescas en su capilla, que en este año 2020 no podremos ver en todo su esplendor. La recuperación de la dignidad de esta fiesta en el templo matriz de la Villa se suma a las cientos de cruces que los vecinos del municipio ornamentan de una u otra manera: cruces que formaban parte de antiguos Via Crucis, cruces de humilladero, cruces de capilla tan populares como la Cruz del Teide, de la Cebolla, del Mantillo, de los Martillos, del Sauce, del Pino (entre otras); cruces domésticas en exteriores o interiores, de todo tipo, conformadas por antiguas maderas de Tea o cedro canario, pasando por materiales como el nácar y el carey, la plata, el oro o el bronce, de estaño o alpaca, de hueso o hasta de cristal, conforman el amplio catálogo de visiones que construyen la antigua fiesta de la Invención de la Santa Cruz en La Villa.

*Redacción Pasión Villera
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