Christus Rex et Redemptor Mundi. El Cristo del Perdón: una escultura sevillana en La Orotava.
- La Pasión Villera
- 29 mar 2020
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La Semana Santa villera se precia de contar con sagradas tallas de gran calidad plástica, verdaderos simulacros que incitan a los fieles a la piedad y al recogimiento. Por lo general, cada una de ellas alude a un momento concreto de la Pasión del Señor, recreando incluso escenas de un verismo inusitado, como la agonía de Cristo en Getsemaní. Otras superan el plano representativo y unidas al hecho teatral, tan del gusto barroco, actualizan, en forma de ceremonias graves, los instantes más dramáticos del relato pasionista, como el paso o encuentro del Nazareno con su Madre y la sepultura. No sucede así con la sobrecogedora imagen del Cristo del Perdón. Aquí el relato se desvanece y la escena pasa de lo concreto a la abstracción, mostrando una compleja concepción iconográfica que auna todo el misterio del sacrificio redentor de Jesús.
Se trata de una variante del Vir dolorum o varón de dolores, representación plástica

del Siervo de Yahvé que se popularizó al final del Medievo con la devotio moderna, movimiento de tintes humanistas que abogó por una vida espiritual centrada en Cristo. De esta forma, la imitación de Jesús, lejos de abstracciones teológicas incomprensibles para el pueblo, se convertía en el camino más seguro para alcanzar la salvación. Como indicábamos, el Cristo del Perdón parece relacionarse con la variante del imago pietatis, surgida a raíz de la conocida visión del papa san Gregorio Magno. Según la tradición, mientras el papa oficiaba Misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, uno de los asistentes hizo pública su duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Inmediatamente Cristo vivo y a la vez lacerado se apareció sobre el altar, en pie y mostrando los estigmas, rodeado de los atributos propios de la Pasión, conocidos como los arma Christi.
Sin embargo, nuestro Cristo del Perdón se muestra arrodillado sobre la bola del mundo, versión que no veremos en la plástica hispana hasta el siglo XVII, como bien indica el investigador López Plasencia. Aunque este título de Perdón se ha difundido en otras representaciones cristíferas, parece ser que en su origen estuvo ligado a esta variante iconográfica, inaugurada por el escultor Manuel Pereira (1588-1683). En efecto, el mismo autor que tallase la imagen de Nuestra Señora de Gracia, patrona de las doce casas nobles de La Orotava y del antiguo templo conventual de los agustinos, realizó para la iglesia del Rosario de Madrid de los dominicos un Cristo arrodillado sobre el globo terráqueo, coronado de espinas y con la mirada elevada a los cielos. Aunque se perdió en la Guerra Civil, la escultura marcó un arquetipo que continuarían imagineros posteriores como Luis Salvador Carmona (1708-1767), cuyo Cristo del Perdón, venerado en la localidad de La Granja de San Ildefonso de Segovia, constituye el culmen de esta variante pasionista. Escultores de la talla de Pedro Roldán (1624-1699) tampoco se quedaron atrás, con su soberbio Cristo del Perdón, realizado para la iglesia de Santa María Coronada de Medina Sidonia.

Respecto al Cristo villero, hay un detalle que lo diferencia respecto a las tallas anteriormente citadas. El trasunto teológico del misterio llevó a los artistas a representar a Jesús mirando hacia lo alto, en actitud de súplica. Él, se ofrece como víctima perfecta para que el Padre, en su infinita misericordia, conceda el perdón a la humanidad. Sin embargo, nuestro Cristo dirige sus ojos hacia nosotros y con la boca entreabierta parece exclamar: ¡Mira cuánto te he amado! ¡He dado la vida por ti! Respecto a su origen, el investigador Antonio Luque Hernández ya señaló en su momento que responde a una donación efectuada en 1697 por el sacerdote y médico Francisco de Monsalve al monasterio de monjas dominicas de San Nicolás. A su llegada se entronizó en un retablo que al efecto mandó construir el propio clérigo, decorado con dos lienzos: La Piedad con donante (quizá el propio Monsalve) y El Nazareno con el Cirineo, conservadas ambas en la colección pictórica del Ayuntamiento de la Villa. No sería hasta 1743 cuando el Cristo contase con cultos propios el Miércoles Santo, dotados por dos profesas de la familia Franchi. Según los documentos de la época, la procesión visitó la parroquia matriz de la Concepción, el colegio de San Luis Gonzaga de los jesuitas, el convento dominico de San Benito Abad y el monasterio de San José de las clarisas, donde se daba culto a otro varón de dolores bajo el título de Señor de la Salud, venerado actualmente en la parroquial de Arona.

Existen opiniones diversas respecto a la autoría del Cristo del Perdón. Es evidente que no se trata de una talla de primerísima calidad, pero sus resoluciones morfológicas tampoco parecen asociarse con la escultura isleña de finales del Seiscientos, tal y como han sugerido algunos investigadores. Pensemos que en esos momentos Lázaro González de Ocampo (1651-1714) era el maestro imaginero más cualificado de Tenerife y podría haber recibido

perfectamente el encargo de Monsalve. Sin embargo, no vemos en el Cristo del Perdón los rasgos característicos de su arte, al contrario, se aprecia una sintonía con los cánones estéticos de la escuela hispalense, eso sí, abordados con ciertas limitaciones. Por ello, no estaría lejos pensar en un escultor de Sevilla “de segunda fila” pero lo suficientemente diestro en las artes de la madera para lograr una obra con unción y no exenta de belleza. De este modo, ratificamos la atribución del Señor con el escultor hispalense Gabriel de la Mata, instruido en el taller de Roldán y en la Academia de Dibujo fundada por Bartolomé Esteban Murillo en la Casa Lonja de Sevilla. Se trasladó a Canarias en fecha imprecisa, quizá con la intención de continuar hasta América, pero lo cierto es que finalmente decidió abrir taller en La Orotava, por aquel entonces centro artístico de Tenerife junto a La Laguna. Aquí recibiría encargos de ermitas, conventos e iglesias parroquiales, destacando los relieves superiores del retablo de la Inmaculada Concepción, tallados en torno a 1690. Por tanto, si tenemos en cuenta que el Cristo del Perdón fue ejecutado en 1697, la hipótesis cobra sentido.

Una hipótesis que se corrobora en dos aspectos. En primer lugar, esta variante iconográfica no se había abordado antes en el arte canario, de modo que tiene sentido pensar en un escultor foráneo con referencias representacionales del tema. Si de la Mata se formó en el taller de Roldán no sería descabellado pensar que hubiese tenido noticias del Cristo que su maestro talló en 1679 para Medina Sidonia. No en vano, vemos en nuestro Cristo del Perdón ciertos bosquejos formales propios de la estética roldanesca, pero traducidos al lenguaje limitado del discípulo por medio de un proceso de simplificación: anatomías, tratamiento del cabello y de la barba, paño de pureza etc. Estas concomitancias son evidentes, por ejemplo, respecto al Cristo que se conserva en el Hospital de la Santa Caridad de Sevilla. Vemos similitudes en cuanto al estudio del torso, proporción de los brazos y sobre todo del cabello en forma de mechones serpenteantes que parecieran estar mojados. Esta misma técnica se aprecia en otra de las obras atribuidas a Gabriel de la Mata, el San Luis Rey de Francia de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán de la Villa, cuyo rostro, salvando las proporciones, muestra un gran parecido con el del Cristo aquí estudiado.
Más allá de autorías, años y estéticas, el Cristo del Perdón de La Orotava sigue siendo a día de hoy una pieza única en Canarias, singular en todos los sentidos. Para nosotros constituye un auténtico pregón de la Semana Mayor, anunciando en su salida procesional del Domingo de Pasión los padecimientos del Siervo, profetizados por Isaías. Cristo se nos muestra como el varón sufriente que carga sobre sí los pecados de la humanidad, como el cordero inocente que inmolado en el árbol de la cruz obtiene del Padre el perdón y la gracia que Adán y Eva perdieron por su desobediencia. Arrodillado sobre el globo terráqueo, nos ofrece ese perdón, rodeado de los instrumentos del suplicio, armas que, lejos de ser escondidas, las presenta como los trofeos de su victoria sobre la muerte.

Juan Luis Bardón González Historiador del Arte
Bibliografía
LÓPEZ PLASENCIA, José Cesario, «"Sanguis viri dolorum. Redemptio mundi". Una alegoría de la pasión de Cristo en la escultura española del barroco», Anuario de Estudios Atlánticos, nº 50, 2004, pp. 971-1032.
LUQUE HERNÁNDEZ, Antonio, La Orotava, corazón de Tenerife. La Orotava, Excmo. Ayuntamiento de la Villa de La Orotava, 1998.
RODA PEÑA, José, Pedro Roldán : escultor 1624-1699. Madrid, Arco Libros, 2012.
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