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El Diamante del Farrobo y su noche de Jueves Santo.

  • Foto del escritor: La Pasión Villera
    La Pasión Villera
  • 9 abr 2020
  • 4 Min. de lectura



Hoy es Jueves Santo, día del amor fraterno y de la institución del sacramento de la Eucaristía; día que brilla más que el sol, como diría el refrán popular. En La Orotava se vive de una manera especial, y podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que es uno de sus días grandes junto al eco de este Jueves: la Infraoctava del Corpus.


Con la misma devoción con la que se realizan las célebres alfombras de flores, los villeros levantan para esta jornada santa espléndidos monumentos en honor de la Majestad Sacramentada, como ofrenda sincera y agradable a quien es el Amor de los amores. Cae la noche, y mientras se suceden las visitas, turnos de velas y adoraciones en los templos, en las calles tiene lugar una de las manifestaciones piadosas más representativas de nuestra Semana Santa: la procesión del Santísimo Cristo a la Columna.



Muchos ríos de tinta se han escrito sobre esta prodigiosísima imagen, obra segura del gran escultor sevillano Pedro Roldán (1624-1699), de modo que no es este lugar y momento para adentrarnos en sus innegables cualidades estéticas. En tal caso, nos gustaría plantear una reflexión en torno a sus cultos en las últimas horas del Jueves Santo. ¿Por qué el misterio de la flagelación de Cristo en un día donde lo realmente importante es hacer

El Señor durante su tradicional estación en la plaza del Ayuntamiento cada Jueves Santo.

memoria de la entrega sacramental del Señor en las especies del pan y del vino?


Algunas personas, sobre todo foráneas, e incluso sacerdotes, cuando nos visitan en esta jornada para admirar el espléndido cortejo del Señor que cada año parte a las 10 en punto de la noche desde la parroquia de San Juan Bautista, se suelen extrañar de la aparente incoherencia que genera el orden de los desfiles procesionales en nuestra Semana Santa. Incoherencia que, en este caso, no tiene por qué darse, si profundizamos en la historia devocional del Señor.


Cuando arribó por el año de 1689, la recién nombrada parroquia de San Juan no contaba aún con una participación activa en las calles durante la celebración de los días santos de la Pasión del Señor. Por aquel entonces, la Semana Santa de La Orotava había alcanzado su periodo de madurez con la consolidación de cultos y procesiones incentivadas sobre todo por las comunidades religiosas. Así, cuando los vecinos del Farrobo decidieron en fecha desconocida, seguramente unos pocos años después, procesionar al que ya era su Cristo de devoción, tuvieron que escoger la noche del Jueves Santo.

Desconocemos si fue una decisión premeditada o casual, pero lo cierto es que, en el fondo, fue acertada y coherente. Como sabemos, en el suplicio de la flagelación Jesús perdió buena parte de su sangre, de ahí que esta escena o misterio de la Pasión quedó muy asociado con el culto que posteriormente se tributó a la Preciosa Sangre de Cristo.


Cada Primer Domingo de Julio se celebra la Función y Procesión de la Preciosa Sangre de Cristo con el Señor de la Columna

Así, la festividad del Señor a la Columna se celebró desde antiguo en torno a esta conmemoración, en el mes de julio. No olvidemos que la Sangre de Cristo también queda unida al misterio Eucarístico, de ahí que, por ejemplo, los miembros de la Esclavitud que se fundara en 1759 para alentar la devoción a la prodigiosa imagen de Cristo flagelado, tuvieran el privilegio de tener como hábito, junto a la medalla, la opa de tafetán carmesí, propia de las fraternidades sacramentales, tal y como establece la duocédima regla de sus Constituciones.


Así, el Señor y su Esclavitud a lo largo de la historia han sido vínculos perennes de este culto a la sangre derramada en la Pasión, entrega que es adelantada y prefigurada en la tarde noche del Jueves Santo. Acompañado por los apóstoles, Cristo se dispone a bendecir el cáliz, tras haberlo hecho previamente con otros dos antes de la cena pDesconocemos si fue una decisión premeditada o casual, pero lo cierto es que, en el fondo, fue acertada y coherente. Como sabemos, en el suplicio de la flagelación Jesús perdió buena parte de su sangre, de ahí que esta escena o misterio de la Pasión quedó muy asociado con el culto que posteriormente se tributó a la Preciosa Sangre de Cristo. Así, la festividad del Señor a la Columna se celebró desde antiguo en torno a esta conmemoración, eascual, según el rito judío. Pero esta vez sucede algo nuevo y los apóstoles se quedan estupefactos: “Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.




Mientras el Cuerpo de Cristo queda reservado en el Monumento para la adoración de los fieles, el Señor a la Columna nos invita en la noche de Jueves Santo a adorar su preciosa Sangre, ofrecida en el cenáculo y derramada en la cruel tortura de la flagelación. Su cuerpo malherido, las profundas llagas de su espalda nos recuerdan también aquellas palabras que resonaron en el cenáculo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Ahora todo cobra sentido. Cristo sale a las calles de la Villa para confirmar, sellar y consumar lo afirmado en la Última Cena; esa se ha sangre está siendo ya derramada: la promesa cumplido. Y de esta forma, el Señor entra en la plaza del ayuntamiento, como lo hace sacramentalmente el otro gran Jueves de la Villa, porque cuerpo y sangre, sangre y cuerpo quedan unidos para siempre.



*Autor Anónimo, cedido a la Pasión Villera*

*Fotografías Pasión Villera. Prohibida su reproducción sin autorización*

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